Entre 1993 y 1995 tomo cuatro veces ayahuasca, y cambia mi manera de entender la vida. Estas experiencias me remueven tan profundamente, que en 2006 empiezo a trabajar en mi tesis doctoral para tratar de entender cabalmente los «efectos» —por llamarlo de alguna manera— de esta planta maestra. Oigo hablar por primera de Josep en 2007, al que me describen como una persona que le gusta trabajar de manera discreta, tan discreta que no es hasta el año 2011 que tengo ocasión de conocerlo personalmente, y asistir a uno de sus trabajos. Recuerdo que una de las cosas que más me llamó la atención fue que los participantes —para que se me entienda— me parecieron «gente normal», «gente corriente», como la que puede verse paseando por una calle de cualquier ciudad. A los pocos días un amigo me preguntó qué tal me había ido con Josep, y me quedé un instante en silencio sin saber qué responderle. Al final le dije: «Creo que Josep es el decano de los que dan ayahuasca en España».
Han pasado los años, y he tenido el privilegio de compartir muchas horas de conversación con él, para tratar de entender a fondo su trabajo. Y decir que ha sido un privilegio poder hablar tantas veces y durante tanto tiempo con él no es algo retórico. En una ocasión, yendo en coche con su hijo Francesc camino de uno de los trabajos de fin de semana, tratando de poner en palabras lo que me inspiraba su trabajo, le dije: «Creo que tu trabajo es el de un chakaruna». Les comenté que chakaruna es un término quechua para designar a aquellas personas que tienen la vocación y la capacidad de conectar mundos diferentes, que son como constructores de puentes, que permiten que las personas transiten de lo conocido a lo desconocido. Josep asintió, y le pareció que describía bien el sentido de lo que él hacía.
Josep es un chakaruna porque gracias a su profundo conocimiento de las plantas maestras ha llegado al convencimiento de que las necesidades del occidental que se acerca al mundo de la ayahuasca no están tanto en su subsistencia diaria, o en el cuidado de su salud física —para lo cual nuestras sociedad cuenta, afortunadamente, con buenos sistemas de salud—, como en atender a aspectos relacionados con su crecimiento personal: trabajar el entendimiento y la comprensión, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, educar la mente y el corazón, sanar apegos, sanar egos, buscar la paz y la armonía, y conectar «con nuestra sabiduría interna».
Este libro es un testimonio de que todos nosotros, como seres humanos, con nuestras luces y sombras, tenemos la llave para lograr nuestra propia sanación. Cuando oigo hablar a Josep, siento y entiendo lo que significa estar conectado al corazón como un centro desde el que sentir y pensar al mismo tiempo. Este es el don de Josep: abrirnos el corazón, y enseñarnos a conectar con nuestro sanador interno si, como dice el título del libro, dejamos que suceda. Y es que cuando nos guía el corazón, nuestros asuntos empiezan a ponerse en orden.
Santiago López-Pavillard
Antropólogo
Doctor por la Universidad Complutense de Madrid